La telemetría de Williams demostró que el brasileño intentó lo imposible pero apenas pudo reducir la velocidad por encima de los 200 km/h, insuficiente para superar la implacable violencia del choque contra el muro de hormigón.
La teoría de la Fiscalía
La Fiscalía manifestó que la barra de dirección del Williams del piloto brasileño estaba fracturada pero tanto Frank Williams, director del equipo, como Patrick Head, director técnico, y Adrian Newey, diseñador del monoplaza, fueron declarados inocentes tanto en el juicio inicial como en otro posterior de apelación.
Senna estaba sufriendo un arranque de temporada complicado, marcado por las severas dificultades de adaptarse a su monoplaza. El brasileño ya había denunciado que le resultaba especialmente incómoda la posición del volante y solicitó al equipo modificarla para encontrarse más cómodo dentro del cockpit.
La maldita barra de dirección
El equipo Williams, lejos de fabricar una columna de dirección nueva, aprovechó la actual y soldó un nuevo fragmento de un menor diámetro para alargar la pieza. Una decisión a todas luces equívoca. La propia Fiscalía presentó un informe que demostraba fisuras “por fatiga” en la mayoría de la columna de dirección hasta su rotura.
La escudería aceptó las posibles fisuras pero en un porcentaje menor que no implicaba su rotura total. Mediante su telemetría, la escudería consiguió demostrar que no se podía probar que la barra cedió antes del accidente.
La defensa de Williams
Al no poderse demostrar si la columna de dirección se rompió antes o después de la colisión, los tres acusados fueron absueltos. Sin embargo, la Corte de Apelaciones italiana sentenció en 2007 que el accidente de Senna sí estuvo causado por el desgaste de la maldita columna de dirección, debido a su deficiente diseño y modificaciones posteriores.
La justicia jamás sería tal ya que el verdicto salió a la luz trece años después del fatal accidente y en Italia la prescripción de un homicido es de siete años y medio.
La teoría de la pérdida de agarre
A pesar de que todas las teorías oficiales han girado siempre en torno a la columna de dirección, la leyenda de Senna ha despertado teorías alternativas sobre el por qué de su fatal accidente en Imola: desde un posible pinchazo al improbable error humano. Una de las más extendidas, en parte debido a la difusión de un conocido documental de ‘National Geographic’, es la que aboga por una pérdida súbita del agarre que hizo ingobernable el monoplaza de Senna antes de abordar la curva de Tamburello.
Lo cierto es que tras el brutal accidente de Barrichello el viernes y la triste muerte de Ratzenberger el sábado, la carrera del domingo también había empezado con susto. Un choque en la salida entre Lamy y JJ Lehto había provocado la entrada del casi experimental ‘Safety Car’.
Un vehículo especialmente lento, lejos del utilizado actualmente, que circuló durante cinco vueltas, provocando el enfriamiento de los neumáticos, lo que a su vez contrajo las gomas y desencadenó que, tras la reanudación de la carrera en la vuelta 6, con Senna líder y un joven Schumacher siguiendo su estela, el fondo del monoplaza –la parte más baja- descendiera varios milímetros, cortando en ocasiones el flujo de aire y provocando la pérdida de agarre. Un factor que explicaría las intensas chispas que salían de debajo de algunos monoplazas y que habría conducido a Senna hacia su fatal destino al bloquear completamente los neumáticos a más de 300 km/h.
Un misterio sin final
De una manera u otra, y aunque no haya un consenso global en el mundo del motor en torno a ninguna teoría, lo cierto es que Senna no pudo evitar la terrible colisión y sus fatales consecuencias. La barra de suspensión le perforó el casco y le provocó unos traumatismos irreversibles en cráneo y cerebro.
Los intentos desesperados de su amigo el doctor Sid Watkins por obrar el milagro y el aliento de los millones de espectadores que empujaban desde el otro lado del televisor eran en vano. Senna aceleraba hacia el cielo a un ritmo frenético, al tiempo que dejaba huérfanos de ídolo indiscutible a todo el pueblo brasileño y alimentaba aún más la leyenda de un piloto que sería eterno a partir de aquel maldito 1 de mayo. El llanto era global. El más grande se había marchado. 'Obrigado Ayrton'.